Hay una historia zen acerca de un hombre que va cabalgando un caballo, y va tan rápido que al pasar por una aldea alguien le pregunta: “¿Dónde vas con tanto apuro?”, a lo que el hombre responde: “¡No sé, preguntale al caballo!” Ese caballo, explicaba el Buda, es el deseo.

Algo parecido podría decirse hoy acerca de la tecnología: nuestra vida está completamente atravesada por ella, y con frecuencia nos cuesta mucho desconectarnos y hacer a un lado los teléfonos o las computadoras; salir de internet y entrar en nosotros mismos. Pareciera que vamos montados en el caballo de la tecnología, utilizando cada vez más y nuevos aparatos, cada vez más y nuevas aplicaciones.

La aplicación de mindfulness definitiva

Sin ir muy lejos, las aplicaciones de mindfulness proliferan como nunca antes: las tiendas de Android e iOS están llenas de opciones para todos los gustos y de todos los colores. Algunas ofrecen meditaciones guiadas, otras tienen música, o cursos. Incluso foros para compartir comentarios y experiencias sobre la práctica.

La abundancia de alternativas y la complejidad de algunas de ellas puede resultar desconcertante. Pero, ¿necesitamos realmente tantas opciones? ¿Necesitamos siquiera una?

La mayoría de los teléfonos tienen un temporizador programable, al que sólo basta configurarle un sonido agradable para transformarlo en una herramienta para meditar. Entonces, ¿por qué no aprovechar lo que ya tenemos disponible?

Creo que a veces buscamos y buscamos por el sólo hecho de dilatar lo que realmente puede ayudarnos. Sentarnos a meditar nos interpela, nos pone frente a nosotros mismos, tal cual somos, sin los adornos de nuestra autobiografía. Y la búsqueda de la aplicación perfecta nos entretiene al filo de ese descubrimiento.

Un ejercicio de mindfulness para soltar el celular

Para que la tecnología pueda ser una herramienta valiosa, necesitamos entender cómo y en qué medida nos distrae del aquí y ahora. La experiencia inmersiva de las pantallas y los “algoritmos seductores” son capaces de atraer nuestra atención como ninguna otra cosa, y al hacerlo no sólo nos desconectan de nosotros mismos y nuestro sufrimiento, sino que también contribuyen a distanciarnos de quienes más queremos.

Pero, ¿podemos estar más presentes al utilizar la tecnología? ¿Es posible soltar la inmersividad de las pantallas, y utilizar el teléfono de forma más consciente? El siguiente ejercicio puede ayudar.

Cada vez que agarres el teléfono, detenete a identificar por qué lo estás haciendo: ¿trabajo? ¿aburrimiento? ¿soledad? ¿ansiedad? Descubrir qué nos motiva a utilizarlo es una forma de volvernos más conscientes sobre ese hábito. Luego de usarlo, hacelo a un lado y respirá tres veces con atención plena.

Con la práctica verás que algunas motivaciones son, en verdad, rodeos para volver sobre eso a lo que nos hemos acostumbrado; y otras, necesidades que posiblemente puedan resolverse en otro tiempo y lugar. En ambos casos, estos motivos pueden esperar. 

El objetivo de este ejercicio es limitar el uso del teléfono a lo que es realmente importante; así, en lugar de revisarlo 200 veces por día, probablemente lo mires la mitad, o incluso menos. Pero también puede aplicarse a otros aparatos con los que estemos teniendo “problemas de desconexión”.

Como dice Thich Nhat Hanh: “Si la tecnología puede ayudarte a volver a casa en ti mismo, y a cuidar de tu ira, de tu desesperación, a cuidar de tu soledad; si la tecnología te ayuda a crear sentimientos alegres, felices, para vos mismo y para tus seres queridos, entonces va en un buen sentido y podés hacer un buen uso de ella”.

Es decir, no se trata de rechazar la tecnología, sino de utilizarla sin perdernos en ella –algo cada vez más difícil en nuestro mundo hiperconectado. Sin embargo, en pleno siglo XXI, esa es una de las formas más beneficiosas de transitar el camino del medio.

Categorías: Prácticas

Mariela Herrero

Licenciada en Psicología (UNED, Barcelona). Instructora de mindfulness. Coach ontológico en formación.

1 Comentario

Laura · 1 octubre, 2019 en 11:58 am

Muy buen ejercicio para ponerlo en práctica! Gracias!

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