Es habitual sentirnos frustrados cuando nuestros hijos se enojan, o expresan alguna emoción que consideramos negativa. El problema es que, cuando reaccionamos de esa manera, lo único que logramos es que esa emoción difícil tome más fuerza.

Por eso es importante tener a mano una forma diferente de relacionarnos con las emociones negativas, y (tratar de) no oponernos al mal humor o los enojos de los más pequeños. Al reconocer los sentimientos negativos, les damos espacio para que existan, sin negarlos ni reprimirlos. Y de esta manera podemos ayudar a que los peques también se acepten y se den cuenta de lo que están experimentando. No hay que alarmarse, está bien sentirse así a veces. Después se puede dialogar sobre qué es lo que le pasa y qué es lo que necesita en ese momento: ¿un abrazo, o tal vez jugar un rato?, ¿hablar con un amigo?, ¿encontrar una solución al problema?, ¿hacer algo diferente?

El ejercicio que compartimos a continuación es una meditación breve del libro Tranquilos y atentos como una rana, y sirve para ayudarnos a hacer una pausa y no reaccionar ante las emociones negativas.

Como madres y padres, esta práctica también nos da la oportunidad de revisar nuestros propios sentimientos, así como nuestra tendencia a reaccionar de forma automática: de esta manera facilitamos una observación interna para descubrir qué nos afecta. Aunque no podamos resolverlo todo, sí podemos estar cerca de nuestros hijos, dejando que expresen y asuman sus emociones. Para que sepan que estamos de su lado y que les queremos, incluso cuando están de mal humor.


Mariela Herrero

Licenciada en Psicología (UNED, Barcelona). Instructora de mindfulness. Coach ontológico en formación.

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