En El arte de vivir, Thich Nhat Hanh nos invita a explorar el poder transformador de la impermanencia. Con sabiduría y profunda sencillez, comparte su experiencia de vivir con plena conciencia de que todo lo que amamos —personas, lugares, nuestro propio cuerpo— es efímero. Para Thich Nhat Hanh, esta perspectiva no es una fuente de angustia, sino una oportunidad de abrirse al momento presente y conectar con la vida en su totalidad.
En el fragmento que compartimos a continuación, el autor nos recuerda que cada respiración, cada paso y cada sensación de bienestar son regalos fugaces que debemos acoger con gratitud. Este enfoque nos inspira a ver la vida, no como algo que debemos poseer o controlar, sino como un flujo de momentos preciosos que vale la pena atesorar y compartir con compasión y claridad.
Muchas de las personas que he amado en este mundo-miembros de mi familia, amigos íntimos- ya han fallecido. Que yo aún pueda respirar es un milagro, y sé que respiro por ellos. Cada mañana, cuando me levanto, estiro el cuerpo y realizo algunos ejercicios suaves que me aportan gran felicidad.
No hago ejercicio para estar en forma o más sano; lo hago para disfrutar de estar vivo.
La felicidad y la alegría de practicar ejercicios en plena conciencia alimentan mi cuerpo y mi mente. Con cada ejercicio que realizó, siento lo maravilloso que es poder hacerlo todavía. Cuando hago estos ejercicios, disfruto de tener un cuerpo, disfruto de estar vivo. Acepto la vida y mi cuerpo tal como son y siento una gratitud inmensa. Aunque hayamos envejecido o padezcamos alguna enfermedad o dolor, aún podemos beneficiarnos de los momentos en los que el dolor no es tan fuerte. Si aún puedes respirar, puedes disfrutar de la respiración. Si aún puedes caminar, puedes disfrutar del caminar. Si puedes entrar en contacto con los elementos de paz y frescura que hay en ti y en torno a ti, tanto el cuerpo como la mente recibirán beneficio, y tú podrás abrazar las dificultades y los dolores de tu cuerpo.
Quizá tememos morir y nos resulta duro imaginarnos envejeciendo. No podemos creer que un día no seremos capaces de caminar o de tenernos en pie. Si somos afortunados, un día seremos lo bastante viejos como para sentarnos en una silla de ruedas. Al contemplar esos hechos, valoramos cada paso y sabemos que en un futuro las cosas no serán como son ahora. Reconocer la impermanencia nos permite apreciar los días y las horas que nos son dadas. Nos ayuda a valorar este cuerpo, a las personas amadas y todas las condiciones para ser felices con las que contamos justo ahora. Podemos estar en paz sabiendo que estamos viviendo de la forma más plena.
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