Las fiestas de fin de año suelen venir cargadas de emociones, encuentros familiares y momentos que nos enfrentan a nuestras opiniones, creencias y convicciones más arraigadas. La práctica de “soltar las opiniones” puede ser un enfoque profundo para transitar estas reuniones con mayor apertura y calma. Este año te propongo suavizar esas opiniones rígidas que solemos cargar.
¿Cómo sería esto?
Primero, se trata de reconocer nuestras opiniones y notar si generan una sensación de rigidez o incomodidad. Una pista clave es observar cómo nos sentimos cuando alguien tiene una perspectiva diferente: ¿nos molesta? ¿sufrimos? Suavizar en torno a estas ideas podría incluir:
- Observar con atención plena los pensamientos y emociones que surgen al respecto.
- Reconocer cualquier impulso de cambiar las opiniones de los demás y quizás elegir no hacerlo.
- Ser conscientes de los juicios o condenas hacia quienes piensan diferente y, en cambio, abrirnos a la curiosidad sobre cómo y por qué llegaron a esas perspectivas.
Reconocer y hacer contacto con tu niño interior
Muchos de nosotros pasaremos estas fiestas con personas o en lugares que nos conectan con nuestra infancia. Según Thich Nhat Hanh, “dentro de cada uno de nosotros hay un niño pequeño que sufre”. En este sentido, palabras o acciones de los demás pueden tocar heridas emocionales que creíamos olvidadas.
Este puede ser un momento para abrazar a nuestro niño interior con ternura y cuidado, en lugar de reprimir lo que sentimos o criticarnos por experimentarlo. Esto podría significar tomarnos unos minutos para estar a solas y escuchar lo que ese niño interior necesita decirnos.
Podemos hablarle a ese niño con cariño, recordándole que ahora, como adultos, ya no tenemos que temer de la misma manera que lo hacíamos cuando éramos pequeños.
La metáfora de la segunda flecha
El Buda enseñó la metáfora de la segunda flecha: si somos alcanzados por una flecha, ya es doloroso. Pero si una segunda flecha nos golpea en el mismo lugar, el sufrimiento se multiplica. En este sentido, la primera flecha es la experiencia dolorosa inicial. La segunda flecha es el sufrimiento añadido por nuestra reacción mental: enojo, autocrítica, juicio.
Por ejemplo, si comemos de más en una cena y sentimos incomodidad física, podríamos añadir la segunda flecha de criticarnos o incluso despreciarnos por ello. Este fin de año, prestemos atención a esas segundas flechas. Si notamos una, intentemos sostenerla con una amable conciencia plena. Mientras respiramos profundamente, simplemente reconozcamos su presencia. Con el tiempo, ese malestar puede empezar a suavizarse y cambiar.
Reflexión final
Las reuniones de fin de año son una oportunidad para practicar la presencia plena, soltar las expectativas y acercarnos a los demás (y a nosotros mismos) con curiosidad y compasión. Quizás, en lugar de buscar cambiar o convencer, simplemente podamos escuchar y estar presentes. Y si surge alguna dificultad, que sea una invitación para abrazar nuestras emociones con ternura y recordar que, incluso en medio del caos, podemos elegir soltar las flechas adicionales que nos causan sufrimiento.
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