Fragmento de El corazón de las enseñanzas de Buda, por Thich Nhat Hanh


Sentarse y observar la respiración es una práctica maravillosa, pero no es suficiente. Para que la transformación tenga lugar debemos ser conscientes durante todo el día, y no sólo cuando estamos sobre el almohadón de meditar. Del mismo modo que la vegetación es sensible a la luz del sol, las formaciones mentales son sensibles al estado de ser consciente. La atención es la energía que abraza y transforma todas las formaciones mentales. La atención nos ayuda a desprendernos de las «percepciones al revés» y nos despierta a aquello que está sucediendo. Cuando practicamos el ser conscientes, permanecemos en contacto con la vida, y podemos ofrecer nuestro amor y nuestra compasión para disminuir el sufrimiento y aportar alegría y felicidad.

No te pierdas en el pasado. No te pierdas en el futuro. No te quedes atrapado en la ira, las preocupaciones ni los temores. Regresa al momento presente, siente la vida profundamente. Ser consciente consiste en esto. No podemos ser conscientes de todo a la vez, de modo que debemos escoger el objeto de nuestra atención que nos parezca más interesante. El cielo azul es maravilloso, pero el bello rostro de un niño también lo es. Lo esencial es estar vivos y presentes en todas las maravillas que nos ofrece la vida. 

Cuando practicamos el ser conscientes generamos energía de Buda en nuestro interior y a nuestro alrededor, y ésta es la energía que puede salvar al mundo. Un Buda es alguien que está consciente todo el día, pero nosotros sólo somos Budas a tiempo parcial. Inspiramos y usamos nuestros ojos búdicos para poder ver con la energía de la atención. Cuando escuchamos con nuestros oídos búdicos, somos capaces de restablecer la comunicación y aliviar mucho sufrimiento. Cuando depositamos en nuestras manos la energía de la consciencia, nuestras manos búdicas protegerán la seguridad y la integridad de los seres que amamos.

Observa profundamente tus manos y descubre si el ojo de Buda se halla en ellas. En los templos tibetanos, chinos, coreanos, vietnamitas y japoneses, siempre hay un bodhisattva con mil brazos-se necesita toda esta cantidad de brazos para poder ayudar a los demás, y en la palma de cada mano hay un ojo. La mano representa la acción y el ojo la visión interior y la comprensión. Sin comprensión, nuestras acciones pueden hacer sufrir a los demás. Aunque estemos motivados por el deseo de hacerles felices, si carecemos de comprensión, cuantas más cosas hagamos, más problemas originaremos. Si nuestro amor no está hecho de comprensión, no es un amor auténtico. La consciencia es la energía que lleva los ojos de un Buda a nuestra mano. Con ella podemos cambiar el mundo y aportar felicidad a mucha gente. No se trata de algo abstracto, cada uno de nosotros puede generar la energía de la plena consciencia en cada momento de la vida cotidiana.


Mariela Herrero

Licenciada en Psicología (UNED, Barcelona). Instructora de meditación. Facilitadora de Barras de Access.

1 Comentario

Rubén Ernesto Rodríguez · 9 octubre, 2023 en 9:32 am

Bellísima enseñanza! Lectura reconfortante y engrandecedora.

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