La meditación caminando puede ser un buen complemento a la meditación sentada, o práctica formal de mindfulness. Es un ejercicio que puede ayudarnos a hacer una pausa en medio de nuestro día, para poder despejarnos del entorno laboral, o cualquier actividad en la que estemos ocupados. Cualquier momento es bueno para ponerla en práctica: desde el auto a la oficina, desde tu casa al supermercado, o en la vuelta a casa desde el trabajo.

Meditar caminando es bueno para liberar tensiones y estimular la circulación sanguínea. Pero el verdadero motivo que debe guiar esta práctica es el de poder disfrutar de cada paso. Esto significa que debemos caminar sin pretender ir a ninguna parte, tan sólo disfrutando del hecho de caminar.

Cómo meditar caminando

El maestro zen Thich Nhat Hanh le ha dado una importancia especial a la meditación caminando. En su libro Felicidad, prácticas esenciales de mindfulness, nos brinda indicaciones precisas sobre cómo realizar esta práctica. Estas son sus recomendaciones:

  1. Cuando empiezas a practicar la meditación caminando, puedes sentirte un tanto inestable, como el niño que da sus primeros pasos. Atiende entonces a tu respiración, observa atentamente tus pasos y no tardarás en recuperar el equilibrio.
  2. Presta atención, cuando caminas, a cada nuevo paso. Camina lentamente. No te apresures. Cada paso es una puerta abierta al mejor de los momentos de tu vida.
  3. Cobra consciencia del número de pasos que das con cada respiración. ¿Cuántos pasos das al inspirar, y cuántos al espirar? Acompasa tus pasos a la respiración, y no a la inversa.
  4. Da, cuando espiras, dos o tres pasos, dependiendo de tu capacidad pulmonar. Si tus pulmones quieren dar dos pasos mientras inspiras, da exactamente dos pasos, pero si te sientes mejor dando tres pasos, da entonces tres pasos.
  5. La inspiración suele ser más corta que la espiración. Comienza, por ejemplo, dando un par de pasos durante la inspiración y tres durante la espiración. O, si te parece más adecuado, da tres pasos en la inspiración y cuatro en la espiración. A medida que prosigas, tu respiración irá enlenteciéndose y tranquilizándose naturalmente.
  6. No pretendas controlar tu respiración. Da a tus pulmones el tiempo y el aire que necesiten y toma nota de los pasos que des mientras tus pulmones se llenan y de los que das mientras se vacían.
  7. Al cabo de un tiempo de práctica, verás que la longitud de la inspiración y la espiración se aproximan. Entonces tus pulmones se fortalecen y tu sangre circula mejor.

Si no vas a realizar esta práctica durante algún trayecto cotidiano, podrías elegir una plaza para caminar entre los árboles, y poner una alarma para practicar durante un período de tiempo estipulado. También es una buena idea dar una vuelta manzana, o simplemente salir de tu casa y caminar durante un tiempo sin dirección alguna, viendo hasta dónde te llevan tus pies.

Caminar por la paz

Nos pasamos la vida caminando de forma apresurada, llenando la tierra de ansiedad. Pero, como dice Thich Nhat Hanh, “si podemos dar un paso en paz, podremos dar dos, tres, cuatro y hasta cinco pasos en aras de la paz, y aumentar así la felicidad de la humanidad y de la tierra”.

La mente es como el mono que salta de rama en rama, yendo sin descanso de un pensamiento al otro. Pero si nuestros pasos se vuelven meditativos, la respiración se volverá una con nuestro recorrido, y ello apaciguará de forma natural el caudaloso río que son nuestros pensamientos.


Mariela Herrero

Licenciada en Psicología (UNED, Barcelona). Instructora de meditación. Facilitadora de Barras de Access.

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