¿Cuántas veces una discusión cotidiana termina escalando al punto de cuestionar toda una relación? Nos pasa más seguido de lo que quisiéramos admitir. El siguiente fragmento, del libro “Trabajando con la ira y el enojo” de Thubten Chodron, muestra cómo muchas veces lo que nos altera no es el hecho en sí, sino la historia que nuestra mente empieza a tejer alrededor.
Este texto invita a mirar con honestidad el trasfondo de nuestras reacciones emocionales y a hacernos una pregunta clave: ¿cuál es el verdadero asunto detrás del enojo?
Debido a que la actitud autocentrada interpreta los hechos en relación a “mí”, no sólo nos enojamos por los comentarios de los demás, sino que también exageramos su importancia.
Por ejemplo, Martin y Karen habían acordado que él compraría los víveres y ella lavaría los trastes. Un día, durante el desayuno, Karen buscó la mantequilla de maní para ponerle a su pan tostado, y al no encontrarla preguntó:
—Querido, ¿olvidaste comprar la mantequilla de maní?
Todavía medio dormido, Martin murmuró algo, y Karen sintió que a él no le importaba. Entonces dijo:
—A vos te toca hacer las compras; así lo acordamos.
—Lo sé —respondió él—, pero no es para tanto. La compraré la semana que viene cuando vaya al súper.
Pero Karen se sintió ignorada, ya que comía mantequilla de maní todas las mañanas y Martin lo sabía.
—Lo mismo sucedió la semana pasada. Esperaste a que no hubiera ni una rosquilla para comprar más. Y el mes pasado fuiste de compras y se te olvidó la margarina. ¿Sabés? Esto nos pasa una y otra vez. Ignorás tus responsabilidades y después, cuando yo digo algo, te desconectás. De hecho, esto es una muestra de cómo está nuestro matrimonio. Simplemente no te importo y sos totalmente irresponsable. ¡Me pregunto si me amás y si este matrimonio va a funcionar!
Para ese momento, Karen estaba que echaba humo, y en un ataque de rabia abandonó la barra del desayunador. Mientras tanto, Martin se sentó, estupefacto, pensando:
—¡Dios mío, solo era mantequilla de maní!
Esta historia —que con variaciones, por desgracia, se repite a menudo— muestra claramente cómo nuestra mente crea nuestras experiencias. Cuando alguien presiona nuestros botones, podemos convertir un hecho o una frase en símbolo de toda una relación.
Nuestra mente crea, a partir de un suceso pequeño, otro más grande que estamos seguros que es verdadero. Molesta, salta de una conclusión a otra a una velocidad asombrosa. Además, recurrimos a nuestro arsenal de experiencias dolorosas almacenadas y se lo lanzamos a la otra persona.
Este arsenal lo hemos reunido a lo largo del tiempo, acumulando todas las pequeñas cosas que nuestro amigo o amiga nos ha hecho y que no nos gustan. En lugar de desecharlas o aclararlas cuando suceden, las hemos ido almacenando en nuestra memoria para usarlas como municiones la próxima vez que haya una pelea. Entonces, bombardeamos a la otra persona con situaciones del pasado que él o ella no pueden recordar.
¿Cómo podemos evitarlo?
En primer lugar, siendo conscientes de nuestros sentimientos, reconociendo el enojo cuando aún es pequeño, y aplicando antídotos para estabilizar la mente. Luego, dependiendo de la situación, podemos decidir explorar el asunto con la otra persona. De esta manera evitamos estar almacenando experiencias hirientes que pueden convertirse en resentimiento y llevarnos a explotar.
En segundo lugar, al ser conscientes de nuestros sentimientos, aprendemos a darnos cuenta del verdadero asunto del conflicto, en lugar de quedar atrapados en “botones falsos” —en este caso, la falta de mantequilla de maní—.
Podemos preguntarnos: ¿estamos molestos por el tema evidente o por algo más profundo? Así sabremos si lo que necesitamos discutir es el problema inmediato (rellenar los estantes de la cocina) o algo más esencial (respeto mutuo, cuidado, conexión).
Desde ahí, podremos hablar, asegurándonos de escuchar con atención y expresarnos de forma clara para que el otro pueda realmente comprendernos.
1 Comentario
Cristina · 21 mayo, 2025 en 3:43 pm
Cada semana cuando me llega la lectura de la semana, la siento como si estuviera dirigida a mí.
Reflexiono, centro mí mente..
Gracias.