En El arte de vivir, Thich Nhat Hanh dice: “Cuando conocemos el arte de sufrir, sufrimos mucho menos. Podemos emplear el lodo de nuestro sufrimiento para cultivar los lotos del amor y de la comprensión”.
Lo que nos sugiere Thay es que, cuando lo practicamos correctamente, el mindfulness puede ayudarnos a capitalizar los momentos de crisis como los que estamos transitando debido a la pandemia de coronavirus, conectándonos con nuestro sufrimiento y aprendiendo de él.
Entonces, ¿de qué manera ponemos en práctica lo que venimos trabajando?
En primer lugar, detenerse y observar
En la práctica de la atención plena, el primer paso siempre es detenernos. Y se está presentando una ocasión en la que quizás no nos quede otra que parar nuestras actividades. Eso significa que tenemos una oportunidad para observar lo que ocurre en nuestro interior y conectar con nuestras emociones, en particular con el miedo y la ansiedad que nos produce esta pandemia.
Luego, podemos acudir a las cualidades del mindfulness para relacionarnos mejor con lo que está pasando. Algunas cualidades que podemos trabajar en este caso son la aceptación, la confianza y la ecuanimidad.
Podemos trabajar la aceptación, asumiendo que esta situación necesariamente debemos transitarla. También la confianza, para no forzar a que las cosas sean otras, aprovechando este “material” que se nos está ofreciendo. Por último, podemos poner en práctica la ecuanimidad, y buscar un equilibrio que nos ayude a no reaccionar constantemente y desbordarnos ante todo lo que escuchamos y leemos.
Es importante comprender que cada individuo tiene una historia diferente, una visión diferente, un estado de salud diferente ⏤tanto física cómo emocional⏤ y diferentes recursos. Esto influye en la manera en que cada uno entiende y actúa frente a una pandemia como las que nos toca vivir. Por eso también es clave no juzgar, y empatizar con la emoción que transita cada persona. Recordemos que esta es una gran oportunidad para el cultivo de la compasión.
Cuando nos sentimos desbordados por el miedo
Estamos transitando estados de temor y ansiedad. Para afrontar estos momentos y poder transformar esas emociones que nos envuelven de energía negativa, es importante hacer el esfuerzo de observarlas y prestarles la debida atención.
El miedo y otras emociones intensas son como tormentas, y permanecer a la intemperie en medio de una tormenta puede resultar muy peligroso. Sin embargo, eso es lo que hacemos la mayoría de nosotros cuando nos desbordamos: quedamos a merced de nuestras emociones, en este caso la ansiedad y el miedo.
En estas circunstancias es útil asentarnos, anclarnos en nosotros mismos y nuestra práctica. Para ello recomendamos llevar la atención a la zona del abdomen y respirar naturalmente, prestando atención al ascenso del abdomen en cada inhalación y al descenso del abdomen en cada exhalación.
¿Por qué recomendamos que la atención se sitúe en el abdomen y no en las fosas nasales? Como enseña el maestro Thich Nhat Hanh, si observamos la copa de un árbol durante una fuerte tormenta, veremos cómo sus hojas y ramas se mueven violentamente de un lado a otro. Pero si en cambio dirigimos la atención al tronco, entonces veremos que éste se haya firmemente enraizado en el suelo, y que el viento es incapaz de derribarlo.
Cuando estamos pasando por un estado de agitación emocional somos como ese árbol, y nos sentimos vulnerables e incapaces de superar esa tormenta. Centrar la atención en la respiración a través de las fosas nasales puede ser entonces muy difícil, porque se trata de un punto de atención sutil. En cambio, si nos sentamos en una postura estable y llevamos nuestra atención al abdomen, nos resultará más sencillo concentrarnos; será como contemplar el tronco del árbol, junto con toda la solidez de nuestro ser.
Podemos practicar de esta manera durante diez o quince minutos, para dar tiempo a que la agitación ceda. Luego, una vez que la tormenta pase, será momento de observar profundamente esa emoción, para descubrir su verdadera naturaleza. Si somos capaces de hacer eso podremos transformarla.
Es importante no negar ni reprimir el miedo, sino darle espacio. Recordemos y observemos que las emociones no son más que emociones: aparecen, permanecen un tiempo y finalmente desaparecen. Si cuando aparecen logramos observarlas, reconocerlas y soltarlas, podremos permanecer en calma y no propagar la agitación a nuestras familias y amigos.
La atención plena como herramienta para seguir las recomendaciones oficiales de prevención
El mindfulness puede ayudarnos a ser más conscientes de nuestros hábitos, y de esa manera trabajar para minimizarlos cuando sea necesario. También es útil para aprovechar los desafíos que se nos presentan y convertirlos en una oportunidad para la práctica.
La atención plena nos puede ayudar a recordar con frecuencia el lavado de manos y a realizarlo en forma totalmente atenta, en pleno contacto con las sensaciones.
Podemos lavarnos las manos sintiendo el contacto y la temperatura del agua, la textura y olor del jabón, y el masajeo suave entre una mano y otra. Podemos observar, también, qué pensamientos y emociones se disparan mientras realizamos el lavado. De esta forma, cada vez que nos lavamos las manos podemos conectarnos con nuestro cuerpo y volver al momento presente; esto nos ayudará a estar más tranquilos durante los tiempos que corren.
El mindfulness también puede ayudarnos a notar con qué frecuencia nos tocamos la cara, y qué nos motiva a hacerlo. Gracias a ello podemos reducir esta acción automática, y practicar para no hacerlo tan seguido, sobre todo cuando estamos en la vía pública y no tenemos agua, jabón o alcohol en gel.
Finalmente, también nos puede ayudar a mantener una distancia prudente con los demás en el saludo. En lugar de abrazar, besar o estrechar la mano podemos incorporar el saludo en gassho, juntando las palmas de nuestras manos. “En gassho” es una antigua expresión de saludo, de gratitud, y de veneración. Es un gesto de respeto hacia los demás, que dirige el espíritu por encima del ego y de las consideraciones personales.
Cuando hacemos sinceramente gassho por los demás, se crea una mutua simpatía. Hacemos gassho mirándonos a los ojos y enviando bondad amorosa, recordando nuestra humanidad compartida y prestando especial atención a los prejuicios, juicios y condenas que surgen del miedo y nos separan unos de otros.
Los hábitos saludables más allá del coronavirus
Estamos ante una gran oportunidad para incorporar hábitos saludables que van más allá de esta pandemia. Es importante cuidarnos, tanto a nosotros mismos como a los demás, en lo físico y lo emocional.
Tengamos en cuenta que muchas de las medidas de prevención que hoy se recomiendan para evitar el contagio de coronavirus también pueden ayudarnos a prevenir otras enfermedades, y podemos mantenerlas en forma atenta, más allá de esta crisis.
A su vez, mantener la calma y cuidar de nuestro sufrimiento es algo que nos sirve para toda la vida. No dejemos de hacerlo. El miedo y la ansiedad son oportunidades para practicar y nos pueden ayudar a conectarnos con emociones profundas en relación con el miedo a la muerte y a la subsistencia. Otra vez, seamos empáticos y compasivos con el miedo y las emociones de los demás.
El coronavirus nos muestra cuánto tenemos en común. Aunque algunos más vulnerables que otros, todos podemos enfermar, y todos podemos morir. También nos recuerda que todos queremos estar sanos y ser felices, aunque el camino que elegimos para realizar ese deseo sea diferente para cada persona. Ese objetivo común es un puente que siempre podremos cruzar para salvar nuestras diferencias.
1 Comentario
Verónica · 17 marzo, 2020 en 3:38 am
Muchas gracias, me encantó