Compartimos un relato del libro La práctica del zen, por Taisen Deshimaru.
A menudo, durante el zazen los pensamientos surgen sin cesar; problemas cotidianos, deseos, ansiedad, nos asaltan continuamente. No debemos luchar en contra ni aferrarnos a ellos. En el Shodoka está escrito: «No se debe buscar la verdad ni cortar las ilusiones». Abandonemos las preocupaciones, no las mantengamos, así perderán su agudeza y el zazen nos conducirá más allá. Nuestro espíritu es complicado, difícil de orientar, ágil como un mono; si tratamos de dominarlo caemos en la cuenta de que es imposible. Practicando el zazen correctamente, sentándonos de la manera adecuada y concentrándonos sólo en la posición y en la respiración, los pensamientos discurren de forma natural. En principio, estos pensamientos son los propios de la vida cotidiana; después, si continuamos durante una hora, un día, un mes, alcanzamos los niveles más profundos del subconsciente. De esta manera, educándonos en el plano del inconsciente, el zazen nos hace descubrir la sabiduría y la verdadera intuición. Esta educación lo es también de todos nuestros sentidos: durante el za-zen, las percepciones revisten una gran agudeza. Aquí, en el dojo, nos atraen el murmullo del viento, el sonido del kyosaku, el ruido de los coches, el canto de los pájaros. Si nos dejamos distraer por estos fenómenos, nos olvidamos de concentrarnos en la posición.
¿Qué es la concentración? En los textos zen tradicionales se dice: Mirar sin mirar, oír sin oír, sentir sin sentir, pensar sin pensar.
Es preciso concentrarse en los seis sentidos a la vez (la conciencia se considera un sexto sentido), unirlos, armonizarlos. Si los sentidos están unificados, se puede encontrar la verdadera concentración sin servirse de la voluntad. Pensar sin pensar,inconscientemente… Existen diversos medios de favorecer esta concentración; por ejemplo, apretar fuertemente sobre los intestinos durante la espiración o recibir el kyosaku.
Durante el zazen, el dolor es más eficaz que el éxtasis. La mejor concentración se descubre con el dolor, cuando se está cansado y se sienten deseos de marcharse. La verdadera y profunda concentración se encuentra en las fronteras de la vida y de la muerte. Evidentemente, los principiantes deben dar prueba de su voluntad; primero se corrige conscientemente la posición o la concentración; después, poco a poco, mejoran de manera inconsciente. Cuando el hábito del zazen está adquirido, los sentidos adquieren en la vida cotidiana la misma agudeza que en el zazen. El zazen se convierte en el manantial de nuestra existencia. Los fenómenos (shiki) se transforman en vacío (ku). La mayoría de la gente actúa valiéndose de su conciencia y de su saber, siempre limitados. La verdadera creación, la acción justa, proviene de la sabiduría; no surge de la conciencia, sino de las profundidades del espíritu. La esencia se hace entonces fenómeno. Es esto lo que se ha cantado en el «Sutra de la Suprema Sabiduría»: shiki soku ze ku, ku soku ze shiki, la forma (fenómeno) es el vacío (esencia) y el vacío no es más que la forma.
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