Durante sus viajes y su trabajo como monje budista a lo largo de treinta años, Ajahn Brahm ha reunido una gran cantidad de historias conmovedoras, divertidas y profundas. En La vaca que lloraba, el autor reúne muchas de esas historias y las utiliza (no sin una buena dosis de humor) para hablar de temas como el mindfulness, el sufrimiento, el perdón, la esperanza, la sabiduría o el amor incondicional.

El siguiente texto es un extracto de la obra en la que Brahm vuelve sobre el concepto de karma.


La mayoría de los occidentales entiende mal la ley del karma. La confunden con una forma de fatalismo, por la que uno está condenado a sufrir por algún delito desconocido en una vida pasada y olvidada. Esto no es así, como esta historia pondrá de manifiesto.

Dos mujeres estaban preparando un bizcocho.

La primera mujer contaba con unos ingredientes lamentables. Primero tuvo que quitar de la vieja harina blanca las partes que estaban con un moho verde. La mantequilla enriquecida con colesterol estaba casi rancia. Tuvo que sacar del azúcar blanco unos terrones parduscos (pues alguien había metido en él una cuchara mojada con café), y la única fruta que tenía eran unas pasas sultanas ya viejas, tan duras como uranio reducido. Y su cocina tenía un aspecto «de antes de la guerra», aunque cuál fuera esa guerra era asunto a debatir.

La segunda mujer tenía unos ingredientes de primera calidad. La harina de trigo integral cultivada orgánicamente estaba garantizada como libre de transgénicos. Tenía margarina sin colesterol, azúcar sin refinar y frutas suculentas cultivadas en su propio huerto. Y su cocina «vanguardista» estaba equipada con todos los artilugios modernos.

¿Qué mujer cocinó un bizcocho más delicioso?

Con frecuencia, no es la persona con mejores ingredientes quien hace el mejor bizcocho; para hacer un bizcocho se necesita algo más que los ingredientes. A veces la persona con unos ingredientes horribles pone tanto esfuerzo, cuidado y amor en la cocción que su bizcocho resulta ser el más delicioso de todos. Lo que cuenta es lo que hacemos con los ingredientes.

Tengo algunos amigos que han tenido que trabajar en la vida con unos ingredientes terribles: han nacido en la pobreza, posiblemente fueron maltratados de niños, no fueron brillantes en la escuela, tal vez estaban incapacitados o no pudieron hacer deporte. Pero combinaron tan bien las pocas cualidades que tenían que consiguieron hacer un pastel impresionante. Los admiro mucho. ¿Conoces a alguna de esas personas?

Tengo otros amigos que han dispuesto de unos ingredientes magníficos con los que trabajar en esta vida. Sus familias eran ricas y cariñosas, fueron brillantes en la escuela, tenían talento para el deporte, eran guapos y populares, y, sin embargo, desperdiciaron su vida cuando eran jóvenes con las drogas o el alcohol. ¿Conoces a alguno así?

La mitad del karma son los ingredientes con los que tenemos que trabajar. La otra mitad, la parte más crucial, es lo que hacemos con ellos en la vida.

Los relatos de La vaca que lloraba están escritos al modo de parábolas alegres, hábilmente diseñadas para que nos embarquemos en una exploración más profunda de temas como el mindfulness, el sufrimiento, el perdón, la esperanza, la sabiduría o el amor incondicional. Narradas con ocurrencia y buen humor, muestran destellos de compasión en las vidas de la gente común y la sabiduría intemporal de la enseñanza del Buda.


Mariela Herrero

Licenciada en Psicología (UNED, Barcelona). Instructora de meditación. Facilitadora de Barras de Access.

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