La meditación, con su promesa de paz interior y claridad mental, muchas veces parece una práctica sencilla, aunque cualquiera que haya meditado sabe que presenta sus desafíos, como las luchas con la postura o los intentos por “controlar” la mente distraída.

Sin embargo, la clave para poder superar estos obstáculos no es otra que entenderlos como una oportunidad para profundizar en el cultivo de la atención plena. A continuación mencionamos cuatro de las dificultades más habituales que cualquier meditador enfrenta, y la manera de trabajar con ellos para beneficiar nuestra práctica.

1. Incomodidad de la postura

La postura es fundamental en la meditación, ya que proporciona una base estable para la práctica. Sentarse en una postura erguida pero relajada puede ser difícil al principio, especialmente para aquellos no acostumbrados a estar inmóviles durante períodos prolongados. Las molestias físicas, como dolor en la espalda o entumecimiento en las piernas, pueden surgir y distraer la mente.

La clave para superar este desafío es encontrar un punto de comodidad en la postura, y utilizar almohadones de meditación o incluso una silla si fuese necesario. Es importante saber cómo es cada punto de la postura y poder ir ajustando el equilibrio entre la tensión y la relajación, y a la vez, no perder de vista que cualquier incomodidad puede ser integrado en la práctica como un aspecto más a ser observado con ecuanimidad.

2. Distracciones

La mente tiene una gran facilidad para disperarse y divagar, y muchas veces sucede que durante la meditación esa habilidad se dispara. Así, los pensamientos, emociones y preocupaciones pueden surgir y llevar la atención lejos del objeto de enfoque, ya sea la respiración o la sensación corporal.

¿Cómo trabajamos con esto? Simplemente, notando gentilmente estas distracciones y retornando suavemente al punto focal, una y otra vez. Y si parece que toda la sesión es así, no es para preocuparse: este proceso de reconocimiento y retorno, además de ser habitual incluso para los meditadores más avanzados, es esencial para entrenar la atención y fortalecer la capacidad de permanecer en el momento presente.

3. Somnolencia

La somnolencia es otro obstáculo común en la meditación, especialmente para aquellos que practican durante períodos de baja energía o al final del día. La sensación de calma y relajación puede llevar fácilmente a un estado de ensueño.

En esos momentos es útil explorar técnicas para despertar la mente, como abrir los ojos suavemente, ajustar la postura o incluso levantarse brevemente y caminar. Cultivar una actitud de alerta y curiosidad hacia la experiencia presente también puede ayudar a mantener la vigilia durante la meditación.

4. Impaciencia y autojuicio

La impaciencia y el autojuicio son obstáculos internos que pueden dificultar seriamente la permanencia en la meditación. La expectativa de resultados rápidos o la crítica hacia uno mismo por no meditar “correctamente” pueden generar frustración y desmotivación.

Es clave entender que la meditación implica un proceso gradual de autoexploración y autoaceptación, que requiere paciencia y compasión con uno mismo. Reconocer estos pensamientos y emociones que nos perturban y volver a comprometerse con la práctica con una actitud amable y sin juicio es esencial para superar este desafío, que muchas veces es el que termina por hacernos abandonar la práctica.

Sin barro no hay loto

Cada obstáculo ofrece una oportunidad para desarrollar la habilidad de estar presente y cultivar la atención plena en la vida cotidiana. Tal como dijo el maestro zen Thich Nhat Hanh: Sin barro no hay loto.

El loto es una flor acuática que crece en aguas turbias y fangosas, pero produce una flor hermosa y delicada. En este contexto, el “barro” representa las dificultades, los desafíos y las experiencias negativas de la vida, mientras que el “loto” simboliza la belleza, el crecimiento personal o el éxito que pueden surgir de esas situaciones adversas.

Al igual que el loto necesita del barro para crecer y florecer, las personas pueden encontrar crecimiento personal, sabiduría y fortaleza en medio de las dificultades. Las experiencias desafiantes pueden ser oportunidades para aprender, evolucionar y alcanzar metas o logros significativos, y como tal constituyen una integral de nuestro camino hacia el crecimiento y la realización personal.


Mariela Herrero

Licenciada en Psicología (UNED, Barcelona). Instructora de meditación. Facilitadora de Barras de Access.

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