En el día a día, muchas veces pasamos de largo frente a maravillas que no llegamos a percibir porque nuestra mente está ocupada en preocupaciones, planes o distracciones. ¿Cuántas veces caminamos por un lugar conocido sin realmente mirarlo? Este fragmento del maestro Thich Nhat Hanh, tomado de El arte de vivir, nos invita a detenernos, a estar presentes y a redescubrir lo sagrado en lo cotidiano.
Hay una historia zen sobre un estudiante que creía no haber recibido la esencia más profunda de las enseñanzas de su maestro, así que fue a buscarlo para interrogarlo. El maestro contestó: «De camino hacia aquí, ¿viste el ciprés en el patio?» Quizás el discípulo aún no había practicado mucho la plena conciencia. El maestro le estaba diciendo que, si de camino para ver al maestro, pasamos junto a un ciprés o un bello ciruelo en flor y no lo vemos, cuando estemos delante del maestro tampoco seremos capaces de verlo a él. No deberíamos dejar pasar ninguna oportunidad de ver el ciprés de verdad. Existen maravillas en la vida junto a las que caminamos todos los días y, sin embargo, no las hemos visto aún realmente. ¿Cuál es ese ciprés que está en tu camino diario cuando vas al trabajo? Si no eres capaz de ver siquiera ese árbol, ¿cómo puedes ser capaz de ver a los seres amados? ¿Cómo podrás ver a Dios?
Cada árbol, cada flor pertenece al Reino de Dios. Si esa flor de dalia no pertenece al Reino de Dios, ¿a qué lugar pertenece? Si queremos tener una relación con Dios, si queremos comprender a Dios, lo único que debemos hacer es contemplar el ciprés que está en nuestra senda.
La plena conciencia nos ayuda a llegar al momento presente para ver y oir las maravillas de la vida: ver y oír a Dios.
Si existe una crisis espiritual en el siglo xxi, es porque no hemos puesto a Dios en el sitio adecuado, esto es, dentro de nosotros y del mundo que nos rodea. ¿Puedes extraer a Dios del cosmos? ¿Puedes extraer el cosmos de Dios?
Somos un milagro y estamos rodeados de milagros. Tenemos a Dios, tenemos un cuerpo cósmico, lo tenemos todo en este mismo momento. Con esta profunda visión, con este despertar, nos sentimos ya felices, satisfechos y realizados.
La enseñanza zen del ciprés en el patio nos recuerda que el acto de mirar, de verdad, no solo transforma nuestra relación con el mundo que nos rodea, sino también con nosotros mismos y con lo que consideramos divino. Si no somos capaces de reconocer la belleza y el milagro en lo que nos rodea, ¿cómo vamos a reconocerlo en nuestras relaciones o en nuestra propia vida?
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