Quizás no nos damos cuenta, pero estamos tomando decisiones de manera constante. Es cierto que los hábitos nos liberan de tener que decidir continuamente. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando nos encontramos en una encrucijada y no sabemos qué camino tomar? En esos momentos, noto que surgen sentimientos como el miedo: miedo a no tomar la decisión correcta, a perder, a ser juzgados, entre otros. Tomar decisiones a veces nos nubla la vista, por lo que la importancia de detenernos es fundamental.

Cuando meditamos, la invitación siempre es a hacer una pausa para aclarar la mente. Hoy les comparto una lectura del gran monje Theravada Ajahn Brahm sobre la toma de decisiones. Lo que más me atrae de este sabio maestro es su sentido del humor y la manera en que utiliza ejemplos personales para ilustrar sus enseñanzas. Aunque a veces no percibimos la humanidad en ciertas figuras, debemos recordar que son humanas, y justamente eso es lo que las hace verdaderamente sabias.


Un problema con una solución necesita una decisión. Pero ¿cómo tomamos las decisiones importantes de nuestra vida? Habitualmente tratamos de conseguir que alguna otra persona tome la difícil decisión por nosotros. De esa manera, si algo va mal, tendremos a alguien a quien culpar. Algunos de mis amigos tratan de engañarme para que tome decisiones por ellos, pero no lo hago. Todo lo que hago es mostrarles cómo ellos mismos pueden tomar decisiones inteligentes por sí mismos. Cuando llegamos a un cruce de caminos y estamos inseguros de qué dirección tomar, deberíamos hacernos a un lado, tomarnos un descanso y esperar un autobús. Pronto, habitualmente cuando no lo esperamos, llega un autobús. Delante de un autobús público hay un cartel con grandes letras indicando a dónde se dirige. Si el destino te conviene, entonces sube al autobús. Si no, espera. Siempre habrá otro autobús detrás.

En otras palabras, cuando tenemos que tomar una decisión y estamos inseguros de qué decisión adoptar, tenemos que hacernos a un lado, tomarnos un descanso y esperar. Pronto, habitualmente cuando no lo esperamos, llega la solución. Toda solución tiene su destino propio. Si ese destino nos conviene, entonces tomamos esa solución. Si no, esperamos. Siempre hay otra solución que viene detrás.

Así es como tomo yo mis decisiones. Reúno toda la información y espero la solución. Siempre llegará una que sea la adecuada, a condición de que me muestre paciente. Habitualmente llegar de forma inesperada, cuando no estoy pensando en ello.

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Mariela Herrero

Licenciada en Psicología (UNED, Barcelona). Instructora de meditación. Facilitadora de Barras de Access.

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