Saber quiénes somos y en quién queremos convertirnos nos ayuda a tomar decisiones alineadas con nuestros valores y deseos más profundos. Muchas veces vivimos en automático, respondiendo a las exigencias del día a día sin detenernos a reflexionar si nuestras acciones nos acercan o nos alejan de aquello que realmente queremos ser.
Por eso, definir nuestra misión personal es un acto de claridad y compromiso. No se trata de una meta fija, sino de una brújula interna que nos guía. Escribirla nos permite alinear nuestras acciones con nuestra esencia y encontrar mayor coherencia y satisfacción en nuestra vida.
En El arte de vivir, Thich Nhat Hanh comparte su propia misión: ser paz y llevar paz a los demás. Su reflexión nos invita a considerar que la calidad de nuestras acciones depende de la calidad de nuestro ser. Te dejo un fragmento inspirador de su libro para que lo leas con esta pregunta en mente: ¿vos pensaste y/o escribiste alguna vez tu misión personal? Si aún no lo hiciste, quizás sea un buen momento para empezar.
Mi nombre, Nhat Hanh, significa «acción única». Pasé mucho tiempo intentando descubrir de qué acción se trataba. Un día, descubrí que mi única acción es ser paz y dar paz a los demás.
Tendemos a pensar desde el hacer, no desde el ser. Creemos que cuando no estamos haciendo algo estamos perdiendo el tiempo, pero eso no es cierto. Nuestro tiempo es, ante todo, para ser. ¿Para ser qué? Para ser pacíficos, alegres, en paz, amorosos, para vivir. Y eso es lo que más se necesita en el mundo. Todos debemos entrenar nuestra forma de ser: es el fundamento de toda acción.
La calidad de nuestro ser determina
la calidad de nuestro hacer.
Algunos dicen: «¡No te quedes ahí sentado, haz algo!» Cuando presenciamos injusticia, violencia y sufrimiento a nuestro alrededor, de forma espontánea intentamos hacer algo para ayudar. Cuando yo era un joven monje en Vietnam, en las décadas de los cincuenta y los sesenta, hice todo lo que pude, junto a mis amigos y estudiantes, para crear un budismo de base que pudiera responder a los enormes retos y sufrimientos de aquel tiempo. Sabíamos que ofrecer recitaciones y oraciones no bastaba para salvar al país de aquella desesperada situación de conflicto, división y guerra.
Empezamos a publicar un semanario budista de ámbito nacional, fundamos la Escuela de Jóvenes para el Servicio Social a fin de llevar alivio y apoyo a los poblados destruidos por la guerra y también fundamos la Universidad Van Hanh en Saigón con la idea de ofrecer un planteamiento más actual en la educación de las generaciones más jóvenes. En el desarrollo de estas actividades, aprendimos que la calidad de nuestra acción dependía de la calidad de nuestro ser. Por eso, cada semana organizábamos un día de plena conciencia en el cercano monasterio Bosque de Bambú. Allí practicábamos meditación sentada, caminando y comiendo juntos, y dedicábamos un tiempo a escuchar profundamente las alegrías y las dificultades de los demás. Gracias a aquella energía de fraternidad, creamos un lugar de refugio maravilloso y feliz.
Además de decir: «¡No te quedes ahí sentado, haz algo!», también podemos decir: «¡No te quedes ahí haciendo algo, siéntate!» Parar, estar en silencio y practicar la plena conciencia puede hacer brotar toda una nueva dimensión del ser. Podemos transformar la ira y la ansiedad, y cultivar la energía de paz, comprensión y compasión como fundamentos de nuestra acción. Las energías de sabiduría, compasión, inclusión, ausencia de miedo, paciencia y no discriminación son las cualidades de los seres despiertos. Cultivar estas energías nos ayuda a traer la dimensión última a la dimensión histórica, a fin de que podamos llevar una vida de acción relajada y alegre, libre del miedo, el estrés y la desesperación. Podemos ser muy activos y hacerlo todo desde un estado de paz y alegría. Esa es la acción más necesaria. Cuando podemos llevarla a cabo, el trabajo que hagamos será de gran ayuda para nosotros y para el mundo.
1 Comentario
Ana · 28 febrero, 2025 en 3:53 pm
Me resuena mucho la idea de que la calidad de nuestras acciones depende de la calidad de nuestro ser. A veces nos enfocamos tanto en el hacer que olvidamos que lo esencial es desde dónde lo hacemos. Me llevo la reflexión sobre la importancia de cultivar un estado de paz y coherencia para que nuestras acciones tengan un impacto real. ¡Gracias por compartir!