Es habitual que queramos ver resultados rápidos, pero a veces las cosas necesitan su tiempo para desarrollarse.

En El líder que sirve, Alejandro Marchesán nos comparte una antigua historia relatada por el filósofo chino Mencio que nos invita a reflexionar sobre esto. A través de la metáfora de un campesino que arruina su campo por intentar acelerar el crecimiento de sus plantas, Mencio nos enseña una valiosa lección sobre la importancia de respetar los procesos y los tiempos.


Mencio relata la siguiente historia. Al llegar a su casa al anochecer, un campesino les dice a sus hijos: “hoy he trabajado mucho, estiré los brotes de mi campo”. Estirar los brotes de un campo entero, uno tras otro, tallo por tallo, es evidentemente agotador. Cuando los niños van a ver el campo, se encuentran con que todo está seco. Este es el ejemplo de lo que no hay que hacer, nos dice Mencio. El hombre quiere que las plantas afloren y tira de los brotes. Quiere llegar más rápido al efecto, en función de un objetivo fijado, y al hacerlo arruina el efecto, porque lo ha forzado. Quiero que las plantas afloren y estiro los brotes. Con la intención de acelerar el brote, actúo directamente sobre él y voy en contra del proceso que está en marcha; he contrarrestado, he impedido la posibilidad de que el efecto suceda sponte sua, puesto que, obviamente, el desarrollo del brote estaba implicado en la situación: estaba en el grano que se encontraba en la tierra. En lugar de pretender y fatigarme, solo bastaba explotar el potencial: dejar madurar.

Entonces, hay que evitar dos escollos, nos dice Mencio. Por un lado, intervenir estirando el tallo para obtener “directamente” el brote, sin respetar el proceso espontáneo del crecimiento, es decir, impidiendo madurar el efecto; y por el otro, quedarme en el borde del campo mirando crecer las plantas … solo esperando que broten. Entonces ¿Qué hacer..? Lo que cualquier campesino sabe: ni estirar los brotes, ni mirarlos crecer, sino dejar que las cosas sucedan (el proceso) ¡sin descuidarlas! Mencio dice: se debe preparar la tierra, escardar alrededor del brote; cuando se trabaja la tierra, cuando se la airea, se favorece el brote. Hay que cuidarse tanto de la impaciencia como de la inercia. Ni voluntarismo, ni pasividad: cuando se secunda el proceso de crecimiento, se saca provecho de las propensiones de la obra y se las lleva a su plenitud.


Espero que esta reflexión sea de utilidad para ustedes y que puedan compartirme en los comentarios si es habitual encontrarse “estirando el brote”.


Mariela Herrero

Licenciada en Psicología (UNED, Barcelona). Instructora de mindfulness. Coach ontológico en formación.

2 Comentarios

Susana Montero · 15 febrero, 2025 en 7:10 am

Hermoso y cierto el relato la ansiedad y la impaciencia no nos ayuda
Respetemos el proceso y acompañemos que el Universo es sabio🙏

    Mariela · 17 febrero, 2025 en 4:24 pm

    Gracias por comentar Susana.

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