Desde siempre, la humanidad ha sentido una profunda curiosidad por lo desconocido. Saber qué nos depara el destino parece ofrecernos una sensación de control o seguridad. Algunos buscan respuestas en oráculos y adivinos, mientras que otros confían en la sabiduría de grandes maestros espirituales. Pero ¿realmente podemos conocer el futuro? Esta historia de Ajahn Brahm nos deja una enseñanza inesperada.


A muchas personas les gustaría conocer el futuro. Algunas son demasiado impacientes para esperar a que llegue, así que buscan los servicios de oráculos y adivinos. Tengo una advertencia para vosotros sobre los oráculos: ¡nunca confíes en un adivino pobre!

Los monjes meditadores son considerados unos adivinos excelentes, pero habitualmente están poco inclinados a cooperar.

Un día, un veterano discípulo de Ajahn Chah le pidió al gran maestro que predijera su futuro. Él se negó: los buenos monjes no predicen el futuro. Pero el discípulo insistió. Le recordó a Ajahn Chah cuántas veces le había ofrecido comida como limosna, cuántas donaciones había hecho a su monasterio y cuántas veces se había ofrecido para hacer de chófer para él, con su propio coche y sin cobrar un céntimo, descuidando su propio trabajo y su familia.

Ajahn Chah vio que el hombre estaba decidido a conseguir que le dijera su futuro, así que, por una vez, decidió hacer una excepción a su regla de no hacer predicciones.

—Dame tu mano. Déjame ver tu palma —le dijo.

El discípulo estaba emocionado. El maestro nunca le había leído la palma de la mano a ningún otro discípulo. Esto era algo muy especial. Además, Ajahn Chah era considerado un santo, con grandes poderes psíquicos. Cualquier cosa que dijera que iba a suceder, sin duda sucedería.

Ajahn Chah siguió las líneas de la palma del discípulo con su dedo índice. De vez en cuando, decía, como hablándose a sí mismo:

—¡Oooh! Qué interesante…
—Bien, bien, bien…
—Asombroso…

El pobre discípulo estaba con una expectación febril. Cuando Ajahn Chah hubo terminado, soltó la mano del discípulo y le dijo:

—Discípulo, así es como se presentará tu futuro.

—Sí, sí… —dijo el discípulo anhelante.

—Y yo nunca me equivoco —añadió Ajahn Chah.

—Lo sé, lo sé… Bien. ¿Cuál será mi futuro? —urgió el discípulo con la máxima emoción.

Ajahn Chah sonrió y dijo con serenidad:

—Tu futuro será incierto.

¡Y él no se equivocaba nunca!


Mariela Herrero

Licenciada en Psicología (UNED, Barcelona). Instructora de mindfulness. Coach ontológico en formación.

1 Comentario

Hernan · 31 marzo, 2025 en 6:48 pm

Muy bueno 👏👏👏😅

Deja un comentario

Avatar placeholder

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *