Hoy podemos encontrar cientos de estudios que avalan los beneficios de la meditación. Libros, papers, artículos, podcasts… todo al alcance de un clic. Y sin embargo, si no llevamos esa información a la experiencia directa, nada cambia.

Podemos hablar de mindfulness, leer sobre neuroplasticidad, conocer los fundamentos filosóficos o incluso dar una clase sobre meditación… pero si no nos sentamos a practicar, todo eso se queda en la superficie.

Este cuento, un fragmento del libro La Vipassana de William Hart, lo deja clarísimo. Porque no alcanza con saber sobre el mar… si no sabés nadar.


Había una vez un joven profesor que realizaba un viaje por mar. Era un hombre altamente culto, con un gran número de títulos universitarios, pero con muy poca experiencia de la vida. Entre la tripulación del barco en el que viajaba había un viejo marinero analfabeto. Cada noche, el marinero visitaba el camarote del joven para oírlo perorar sobre múltiples y variados temas. Estaba enormemente impresionado por su cultura.

Una noche, cuando el marinero ya se retiraba, el profesor le preguntó:

—Anciano, ¿has estudiado geología?
—¿Qué es eso, señor?
—La ciencia de la tierra.
—No, señor, nunca fui ni siquiera a la escuela. No he estudiado nada.
—Entonces, anciano, has desperdiciado la cuarta parte de tu vida.

El viejo se fue muy compungido. “Si una persona tan letrada dice eso, seguro que es verdad —pensó—. He desperdiciado la cuarta parte de mi vida”.

Al día siguiente, al retirarse, el profesor volvió a preguntar:

—Anciano, ¿has estudiado oceanografía?
—¿Qué es eso, señor?
—La ciencia del mar.
—No, señor. No he estudiado nada.
—Has desperdiciado la mitad de tu vida.

Todavía más apenado, el marinero se fue pensando: “He desperdiciado media vida, este hombre tan sabio lo dice”.

La noche siguiente, el profesor insistió:

—Anciano, ¿has estudiado meteorología?
—¿Qué es eso, señor? Nunca he oído hablar de eso.
—¡La ciencia de los vientos, la lluvia, el tiempo!
—Como le dije, señor, ni siquiera fui a la escuela. Nunca he estudiado nada.
—¿No has estudiado la ciencia de la tierra en la que vivís, ni la del mar en el que trabajás, ni la del clima que te acompaña todos los días? Anciano, has perdido tres cuartas partes de tu vida.

El viejo marinero se sintió profundamente desgraciado. “Si este hombre tan sabio lo dice, es verdad: he perdido tres cuartas partes de mi vida”.

Pero al día siguiente, le tocó hablar al viejo. Entró corriendo en el camarote del joven y gritó:

—¡Señor profesor! ¿Ha estudiado nadología?
—¿Nadología? ¿Qué querés decir?
—¿Sabe nadar, señor?
—No… no sé nadar.
—¡Señor profesor, ha desperdiciado toda su vida! El barco ha chocado contra una roca y se está hundiendo. Los que sepan nadar pueden llegar a la orilla. Pero los que no sepan… se ahogarán. Lo siento mucho, señor profesor. Con toda seguridad, usted ha perdido toda su vida.

Podés estudiar todas las “logías” del mundo. Podés leer, escribir, enseñar y debatir sobre meditación. Pero si no practicás, si no te sentás, si no te metés en el agua… todo eso no sirve. Tenés que aprender a nadar.


Mariela Herrero

Licenciada en Psicología (UNED, Barcelona). Instructora de mindfulness. Coach ontológico en formación.

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