Hay momentos en los que lo que estamos viviendo se vuelve tan intenso que perdemos de vista el resto del paisaje. El dolor, la preocupación o el cansancio se nos pegan a la piel y parece que ocupan todo. El fragmento que sigue, extraído del libro No Time Like the Present: Finding Freedom, Love and Joy Right Where You Are, de Jack Kornfield, abre una ventana en ese encierro interno. Invita a ampliar la mirada, a recordar que no somos una isla y que formamos parte de un mundo enorme, vivo y lleno de otras personas que transitan procesos parecidos.

Cuando dejamos de mirarnos solo desde el borde estrecho del propio sufrimiento, aparece un respiro. La perspectiva nos suaviza, nos humaniza y, al abrir el corazón, también despierta empatía. No para negar lo que nos pasa, sino para situarlo dentro del movimiento más grande de la vida.


 Viajamos en un astro luminoso y compartimos la danza de la vida con siete mil millones de seres como nosotros. La inmensidad es nuestro hogar. Cuando reconocemos la espaciosidad que implica el universo a nuestro alrededor y dentro de nosotros, la puerta a la libertad se abre. Preocupaciones y conflictos caen en perspectiva, las emociones se controlan más fácilmente y actuamos en medio de los problemas del mundo con paz y dignidad.

La danza de la vida

Whitney se vio en problemas en su mediana edad. Su madre había sido programada para una cirugía de cadera y su padre sufría las primeras etapas del Alzheimer. Ella quería que sus padres siguieran viviendo en su casa en Illinois, pero sus discapacidades hicieron de su vida independiente todo un reto. El hermano de Whitney en St. Louis no estaba involucrado y quería que su hermana se ocupara de todo.

A sus 50 años, Whitney pidió un mes de permiso en el trabajo y fue a casa de sus padres para ayudarlos. Cuando llegó, la casa estaba en ruinas. Su madre necesitaba tiempo para recuperarse de la cirugía y su padre no podía cuidar de sí mismo. No podían darse el lujo de recibir atención las 24 horas del día; estaba claro que tendrían que mudarse.

Whitney salió a caminar y subió una ladera que conocía desde la infancia. No quería perder la casa familiar, quería que sus padres se quedaran allí hasta el final, tampoco quería perder a sus padres. Lloró mientras caminaba. Al llegar a la cima de la colina se sentó en silencio, se calmó y miró a través de los vastos campos del Medio Oeste que se extendían hasta el horizonte. El cielo se llenó de nubes que daban sombra a las casitas agrupadas en las afueras de la ciudad y más allá.

Ante esa inmensidad sin límites, de repente se sintió menos sola. Podía sentir cómo todo tiene su ritmo: llegar y partir, luchar y florecer, nacer y morir. Se preguntó cuántas personas se encontrarían en la misma situación que ella. Mientras respiraba con mayor facilidad, su mente se abría. No soy la única persona con padres ancianos. Es parte del viaje humano. Y a medida que crecía el espacio en su interior, más confianza sentía.

Todos podemos ver de esa manera. Podemos tener una perspectiva más amplia. Con un corazón espacioso podemos abarcar un panorama más general. Incluso cuando ataca la enfermedad, o cuando un padre o una madre están muriendo, o ante cualquier otra forma de sufrimiento, podemos reconocer que es parte de las etapas de la vida.

¿Qué se sentirá amar el paquete completo y hacer que nuestro amor sea más grande que nuestras penas? Entre las multitudes de seres humanos, muchos están experimentando pérdidas y cambios. Muchos necesitan renovación. Y aun así el mundo sigue girando: los agricultores cultivan alimentos, los mercados comercian, los músicos tocan. Vivimos en medio de una gran y siempre cambiante paradoja.

Respira. Relajate. Viví cada día de a uno.


Mariela Herrero

Licenciada en Psicología (UNED, Barcelona). Instructora de mindfulness. Coach ontológico en formación.

1 Comentario

Guillermo · 12 diciembre, 2025 en 2:33 pm

Creo que este texto dice la base de todo,es la explicación de la iluminación en la tierra,es entender todo,es lo que para mí es la explicación de la dualidad, somos una experiencia humana, terrenal con la difícil capacidad de sentirnos también elevados…un poco más cerca del cielo…un poquito más sabios… Besos

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