Podemos notar que en la vida, muchas veces el amor viene con condiciones: expectativas, exigencias, o incluso el miedo a no ser suficiente. Pero, ¿qué pasa cuando alguien nos ama sin pedir nada a cambio, simplemente porque sí?

El fragmento que comparto hoy, extraído de La vaca que lloraba de Ajahn Brahm, cuenta una historia sencilla pero profunda sobre el amor incondicional. Nos invita a reflexionar sobre qué significa realmente abrir el corazón sin reservas, aceptar y ser aceptados tal como somos.

Al leer estas palabras, podemos preguntarnos: ¿A quién le abrimos la puerta de par en par? ¿Y cuánto bien nos haría saber que, pase lo que pase, haya una puerta abierta para nosotros?


Cuando yo tenía trece años, mi padre me dijo algo que realmente cambiaría mi vida. Estábamos los dos solos en su viejo y desvencijado coche, parados en un lado de la calle de uno de los suburbios más pobres de Londres. Se dirigió a mí y me dijo:

-Hijo, hagas lo que hagas en tu vida, debes saber que la puerta de casa siempre estará abierta para ti.

En aquel tiempo, yo era solo un adolescente. No comprendí realmente lo que quería decir, pero supe que era algo importante, por eso lo he recordado. Mi padre moriría tres años después.

Cuando me hice monje en el nordeste de Tailandia, pensé en esas palabras de mi padre. En aquella época nuestro hogar era un pequeño piso de protección oficial en una parte pobre de Londres, no precisamente una mansión que ofrecer a alguien. Pero entonces comprendí que no era eso realmente lo que mi padre había querido decir. Lo que subyacía en sus palabras, como una joya envuelta en una tela, era la expresión de amor más elocuente que conozco: «Hijo, hagas lo que hagas en la vida, debes saber que la puerta de mi corazón siempre estará abierta para ti».

Mi padre me estaba ofreciendo un amor incondicional. Sin requisitos. Yo era su hijo y eso bastaba. Era hermoso. Era real. Lo dijo en serio.

Se precisa valor y sabiduría para decir esas palabras a otra persona, para abrir las puertas del corazón a alguien más, sin ningún «si» condicional. Tal vez podríamos pensar que el otro podría aprovecharse de nosotros, pero no es así como esto funciona, no al menos en mi experiencia. Cuando otra persona te da ese tipo de amor, es como recibir el regalo más valioso. Lo guardas como oro en paño, lo guardas junto a tu corazón, para que no se pierda. Aunque en aquel momento solo comprendí parcialmente lo que mi padre quería decir, no me atrevería a hacer daño a un hombre así. Si das esas palabras a alguien cercano a ti, si realmente las quieres decir, si proceden de tu corazón, entonces esa persona irá hacia arriba, no hacia abajo, para encontrarse con tu amor.


Mariela Herrero

Licenciada en Psicología (UNED, Barcelona). Instructora de mindfulness. Coach ontológico en formación.

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