Hace varios años que comparto este texto de Thich Nhat Hanh porque me encanta el mensaje y siento que siempre está bueno recordarlo. Seguro que varios ya lo leyeron y otros todavía no. Pero a todos les va a venir bien, porque siempre lo leemos diferente: nosotros cambiamos y el texto nos resuena de otra manera.

Es una linda forma de frenar un poco el automatismo y vivir una navidad realmente en paz. Ojalá todos puedan conectar con esa calma en estos días de tanta corrida. Y no nos olvidemos que, para muchos, estas fechas pueden ser dolorosas, así que la empatía y la pausa son más necesarias que nunca.


La Navidad es un tiempo para la familia, cuando los miembros de la familia regresan a su hogar. Dondequiera que estemos, tratamos de encontrar un camino a casa para estar con nuestra familia. Decoramos nuestra casa y encontramos maneras de hacer que nuestro hogar esté cálido y acogedor. Todos anhelamos tener un hogar que sea cálido y amoroso, donde sentimos que no necesitamos ir a ninguna parte, ni hacer o perseguir nada nunca más. Es lo que podemos llamar nuestro “verdadero hogar”. Todos tenemos ese anhelo, ese deseo profundo de estar en nuestro verdadero hogar.

La búsqueda de nuestro hogar

Jesús, tan pronto como nació, tuvo que huir de inmediato y ser un refugiado, un fugitivo sin hogar. Cuando creció y se convirtió en un hombre joven, ocurría lo mismo, era aún un vagabundo sin un hogar real al que regresar. En uno de sus discursos, se quejó de que hasta los pájaros tienen nidos a los que regresar o los conejos y ardillas tienen madrigueras, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza, ningún sitio al que llamar hogar.

Siddhartha, como adulto, se encontró en una situación similar. Él nació en una familia real que era rico y privilegiado. Podía tener todo lo que deseara. Tenía una bella esposa y un buen hijo. Él tenía un futuro brillante por delante de él, destinado a ser rey y gobernante de un gran imperio. Pero aún así, él no se sentía cómodo, incluso con todo esto. No se sentía como en casa. No estaba en paz. Por lo tanto, un día, decidió dejar a su familia en busca de su verdadero hogar, en busca de la paz interior.

Tanto Jesús como Siddhartha estaban buscando su verdadero hogar. Querían encontrar una morada cálida donde no tendrían que buscar nada nunca más y donde sentirse como en casa y en paz. Los occidentales tienen un dicho: “En ningún sitio como en casa”, que expresa la sensación de que no hay nada como volver a casa después de haber estado fuera. Y sin embargo, algunos de nosotros no nos sentimos como en casa, no sentimos que tenemos un hogar al que regresar, incluso en nuestras propias familias. Esto se debe a que en nuestras familias, no hay suficiente calidez, ni suficiente amor, tranquilidad, paz y felicidad.

}Algunos de nosotros tenemos una patria, viviendo en el país donde nacimos, pero aún así queremos escapar e ir a otro lugar. Sentimos que no tenemos una patria. Esto se debe a que no hemos encontrado nuestro verdadero hogar en nuestro corazón. En esta época, incluso si compramos un árbol de Navidad para decorar nuestro hogar, no significa necesariamente que hayamos encontrado nuestro verdadero hogar, o que estemos a gusto viviendo en nuestra patria. Para que nuestro hogar sea verdad, es necesario que haya amor, calidez y plenitud.

Al final, Jesús encontró a su verdadero hogar en su corazón. Él encontró la luz en su corazón. Él enseñó a sus discípulos que ellos también tienen su propia luz y él les enseñaba a sacar fuera esa luz para que los demás pudieran verla. Siddharta enseñó que el verdadero hogar de uno puede encontrarse en el momento presente. Desarrolló prácticas para que sus discípulos también pudieran encontrar su verdadero hogar. Enseñó que cada uno de nosotros tiene una isla en la que está a salvo y seguro. Si sabemos cómo volver a esta isla, podemos estar en contacto con nuestros ancestros de sangre y espirituales, con las maravillas de la vida, y con nuestro propio ser. En la isla de nuestro verdadero yo, podemos encontrar paz y plenitud.

Siddhartha encontró su verdadero hogar y quería que todos fueran capaces de encontrar su verdadero hogar. Cuando el Buda tenía ochenta años y sabía que no tardaría en morir, sentía mucha compasión por sus discípulos y amigos, porque veía que muchos de ellos no habían encontrado su verdadero hogar.

En todos los lugares que visitaba, daba una breve charla durante unos 5-7 minutos – una mini charla del dharma. Estas mini charlas se centraban normalmente en el tema del “verdadero hogar”. Sentía que después de haber fallecido, habría muchos discípulos que estarían perdidos. El Buda les enseñó que todos ellos tenían un lugar de refugio al que regresar y que debían refugiarse sólo allí.

Nosotros también deberíamos volver y refugiarnos en esa morada y no refugiarnos en ninguna otra persona o cosa. Ese lugar de refugio es la ‘Isla de uno mismo», es el Dharma, y allí, uno puede encontrar paz y protección, se pueden encontrar nuestros antepasados y nuestras raíces. Este es nuestro verdadero hogar – nuestra isla interior, donde está la luz del verdadero Dharma. Volviendo allí, uno encuentra la luz, encuentra la paz y la seguridad, y se está protegido de la oscuridad. La “Isla de uno mismo” es un lugar seguro de refugio de las olas turbulentas que de otra manera nos podrían arrastrar. Tomar refugio en esta isla interior es una práctica muy importante.

Si todavía sentimos que no hemos encontrado nuestro verdadero hogar, que no tenemos un lugar al que llamar hogar, que no hemos verdaderamente vuelto a casa, que todavía queremos buscar una patria, o que todavía nos sentimos solos y perdidos, entonces esta práctica es para nosotros. 

“Queridos monjes, practicad siendo islas para vosotros mismos, sabed cómo tomar refugio en vosotros.” Esas fueron las palabras que el Buda pronunció apenas un mes antes de morir. Deberíamos buscar el verdadero hogar justo dentro de nuestro propio ser, dentro de nuestro propio corazón, donde está todo lo que estamos buscando.

Esta Navidad, si compras y traes a casa un árbol de Navidad para decorar, recuerda que tu “verdadero hogar” no se encuentra fuera de ti mismo, sino que está justo en tu propio corazón. No necesitamos traer nada a casa para sentirnos satisfechos. Tenemos todo lo que necesitamos en nuestro corazón. No necesitamos practicar durante muchos años o viajar lejos para llegar a nuestro verdadero hogar. Si sabemos cómo generar la energía de la plena consciencia y la concentración, entonces con cada respiración, con cada paso, llegamos a nuestro verdadero hogar. Nuestro verdadero hogar no es un lugar muy alejado de nosotros en el espacio y el tiempo. No es algo que podamos comprar. Nuestro verdadero hogar está presente justo en el aquí y ahora, sólo si sabemos cómo regresar y estar verdaderamente presente en él.

“No hay camino al hogar, el hogar es el camino”.

Los medios y los finales no son dos cosas separadas. No hay camino para regresar a nuestro hogar. Nuestro hogar es el camino. Una vez que damos un paso en ese camino al hogar, estamos en casa justo en ese momento. 

Cada respiración y cada paso tienen la capacidad para llevarnos de regreso a nuestro verdadero hogar, en el aquí y ahora.

Vamos todos a disfrutar de nuestra práctica de volver a casa esta temporada navideña. Vamos a estar verdaderamente en nuestro hogar interior, y así convertirnos en un hogar para nuestros seres queridos y todos nuestros amigos.

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Mariela Herrero

Licenciada en Psicología (UNED, Barcelona). Instructora de mindfulness. Coach ontológico en formación.

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