¿Alguna vez sentiste que todo a tu alrededor parece conspirar para hacerte la vida difícil? Un comentario fuera de lugar, el ruido del vecino, una fila larga en el supermercado, o incluso el canto de un pájaro a la madrugada que no te deja dormir. Todos esos detalles, que podrían ser simples acontecimientos, a veces se transforman en verdaderos dramas. ¿Por qué nos pasa esto?

En este fragmento de Transformar los problemas en felicidad, Lama Zopa Rinpoché nos muestra una verdad incómoda: a veces, los problemas no están “allá afuera”, sino que son el reflejo de nuestra propia mente. Nuestra costumbre de ver lo que nos pasa como un obstáculo nos lleva a sufrir más de la cuenta. Este texto es una invitación a mirar nuestras experiencias con otra lente: una que no agrande lo incómodo, sino que lo transforme en aprendizaje. Leélo con tranquilidad, quizás te sirva para hacer un click.


Todos somos molestados por otros seres conscientes y por objetos inanimados, como, por ejemplo, los elementos. Mientras nuestra mente esté habituada a reconocer estas experiencias como problemas, siempre encontraremos más y más seres conscientes y condiciones extremas que nos perturben. Los asuntos más pequeños e insignificantes causarán graves prejuicios en nuestra mente y nos enfadaremos con extrema rapidez. La verdadera raíz del problema es nuestra mente intensamente egoísta.

Si consideras todas las cosas como un problema, incluso una comida que está un poco fría genera un gran malestar en tu mente. Un pequeño error en la forma de vestir o en la apariencia de alguien, algo que no está totalmente de acuerdo con tu propia idea, se vuelve causa de una profunda perturbación. Si una persona o un animal hace un ruido por la noche y te despierta, te enfadas muchísimo. Al día siguiente no haces más que quejarte: “¡Ayer no pude pegar ojo en toda la noche por esto y aquello!”. No dormir lo suficiente se vuelve un problema increíble, un sufrimiento insoportable.

El hecho de que un ser tan pequeño e insignificante como una pulga corra por tu pierna y te pique cuando estás durmiendo o meditando, se convierte en un problema inadmisible. Algunos occidentales invierten miles de dólares en ir a Katmandú, pero después de pasar una noche allí no pueden soportar las incomodidades de lugar y regresan a su país al día siguiente.

Es la naturaleza de la mente acostumbrarse a ciertos modos de ver las cosas. Al ver habitualmente como un problema cada una de las pequeñas cosas que no están exactamente de acuerdo con los deseos de tu pensamiento de autoestima, exageras las pequeñas dificultades transformándolas en enormes problemas. Si ves como grandes incluso los minúsculos sufrimientos y te irritas ante ellos, estarás incesantemente abrumado por una mente pesada e infeliz. En ese caso, cualquier problema te resultará extremadamente difícil de soportar. Todo aparece como tu enemigo. Todo cuanto aparece ante tus sentidos será insatisfactorio; todo lo que oyes, ves, gustas, hueles o tocas te hará desdichado. Tu mente exagera los problemas y tu vida está llena de irritación, depresión, paranoia y crisis nerviosas. Estás constantemente agobiado por una mente sumergida en la desdicha y te cuesta mucho ser feliz durante un día, incluso durante una hora.

No tienes oportunidad de experimentar felicidad si no hay nada que te guste, nada que te resulte satisfactorio. Todo lo que intentas, allí donde vas, todo te hace sentirte infeliz. Si no te das cuenta de que éste es tu propio error, si no ves que tu mente se ha acostumbrado a este modo de pensar, crees que las cosas externas —otros seres, los elementos— son el origen de tus problemas. Cuanto más piensas que tus problemas vienen de fuera, de los seres conscientes y de los objetos inanimados, más surge el enfado. Como el fuego ardiendo en el que viertes más y más aceite, tu enfado aumenta y creas más karma negativo; un enfado enorme e insoportable y un karma negativo muy pesado. Te enfadas con cualquier cosa que aparece ante tus sentidos, la casa, la gente a tu alrededor. A esto lo llamamos “Todas las apariencias surgen como el enemigo”.

Se dice que el significado de que el gran yogui Milarepa sostenga su mano derecha a la altura de su oído en el mudra de escuchar, es que todo cuanto existe aparece ante él con la forma de un consejo, de una enseñanza. Para los grandes yoguis, todas las apariencias, en lugar de surgir como el enemigo, surgen, en realidad, como lo opuesto: aparecen como un amigo. En vez de perturbarles, todo aparece como beneficioso, como una ayuda. Para los grandes yoguis, todo aparece como gozo, todo aparece como vacuidad.


Mariela Herrero

Licenciada en Psicología (UNED, Barcelona). Instructora de mindfulness. Coach ontológico en formación.

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